Cuando organizas tu espacio por completo transformas el escenario que te rodea y el cambio es tan profundo que sentirás que vives en un espacio distinto.
Marie Kondo
El calor ha llegado y tengo apiladas cajas y cajas de ropa que he subido del trastero por toda la casa, hay ropa mía y de los niños y de cama. "Tengo que" darle una vuelta y acondicionar todo para la llegada del verano. Por otro lado mi amiga Angeles y mi hermana están "kondonizando" sus cajones y espacios con los consejos del libro de Marie Kondo La magia del orden. Vaya por delante que es una magia en la que siempre he creído aunque a veces más que una magia me ha supuesto una verdadera maldición y un condicionamiento fatal que me ha absorbido grandes dosis de energía con lo que ver mi casa llena de cajas y desorden en estos momentos me hace sentir incluso orgullosa de como he reordenado mis prioridades y en qué me focalizo en este momento.
Pero no podía dejar escapar la ocasión para escribir un post sobre una metáfora que utilizo con frecuencia en mis sesiones y que para mí es tan visual como real. Se trata del momento cambio de temporada en el armario, las circunstancias cambian, por la temperatura en este caso y lo que tenías dentro del armario ya no se ajusta a lo que necesitas en este momento, hay una frase que con frecuencia hago mía que es "tengo el armario lleno de nada que ponerme". Pierdo mucho tiempo frente a él cada mañana y salgo de casa sin sentirme del todo a gusto, lo que llevo no me hace sentir segura y en ocasiones hay señales muy evidentes de que algo no marcha bien, el otro día se me rompió una percha porque todo esta apilado y no cabe un alfiler. Así que llega el momento de ponerme manos a la obra y vacío todo, lo saco y lo coloco sobre la cama en una montaña parecida a las rebajas de los grandes almacene. El ritual se repite cada temporada y tengo viejos conocidos, cada año me encuentro con la ropa formal de cuando trabajaba como consultora o profesora, todas sabéis a lo que me refiero, pantalones rectos, con raya ejecutiva, chaquetas que ahora se llaman blazer... esas cosas y no me atrevo a deshacerme de ellas del todo, cada año desecho alguna pero nunca todas porque pareciera que borro una parte de mi identidad o que eso no va a volver ¿me da miedo cerrar esa puerta a una posible entrevista ?. Hablo del pasado, de pasar página y de saber que eso no va a volver pero a la vez nunca se va a separar de ti porque todas tus experiencias conforman tu aprendizaje y eso configura en parte tu identidad y no unos pantalones que además hay que llevar al tinte cada vez que te los pones.
También me encuentro con esos vaqueros, ya sabéis de los que hablo, esos que una vez fueron mi mejor aliado y podía recurrir a ellos con frecuencia, me daban seguridad y estabilidad y ahora me recuerdan que el tamaño de mis caderas era casi el contorno de actual de mis rodillas y de ahí no pasan, pero en el armario se quedan, no me aportan nada y suponen un objetivo que no es mío, es propio de los anuncios de cremas anticelulíticas ya no son de mi talla, no los quiero. Y no forman parte de mi futuro, no son un objetivo realista sino un objetivo que me llevaría a la frustración una y otra vez.
Y me encuentro con un montón de opciones, por si... por si salgo una noche ( eso ocurre tan de vez en cuando que las tendencias cambian cada vez que lo hago), por si voy a una boda, por si hago zumba, por si, por si... cosas que bien pueden ser esos tengo qué que tenemos en la vida y que nunca hacemos, sólo ocupan un hueco en nuestra cabeza y son una forma de descentrar energía y crear una pequeña dosis de frustración al hacer repaso al final de año.
También tengo cosas feas, que no me gustan nada, que me compré porque iba con una amiga y me dijo que si, o porque era tendencia que no podías pasar sin ello, o porque lo he heredado de alguien pero no es para nada algo que vaya conmigo, pero ahí están, ocupando un espacio cosas que no son de mi agrado, recogiendo como una Diógenes las cosas que otras no quieren y que yo creo que tengo que aprovechar ¿por qué?. Fuera exigencias de hacer lo que creemos que los demás esperan de nosotras, fuera esos modelos raros que no van conmigo, no seré yo la que recoja la basura emocional de otros y llene con ella mi armario.
Pero sorpresa, entre tanto barullo casi no me había dado cuenta de que tengo cosas maravillosas, qué me encantan, algunas llevan acompañándome temporada tras temporada, inmutables porque son de una excelente calidad, otras las compré hasta en rebajas y son tan certeras. Son mi fondo de armario, lo que puedo combinar con cualquier cosa y es un acierto seguro. Tengo muchas de estas y otras que necesito y sé que necesito o que descubro que necesito con ayuda de alguna profesional como Vicky que es actualmente mi asesora de imagen y personal shopper y que hace con mi armario lo mismo que yo como coach con las mujeres que están comenzando sus procesos de emprendimiento, optimizar recursos, fortalecer puntos fuertes, descubrir nuevas oportunidades y conseguir finalmente la seguridad en una misma aprendiendo este proceso de manera divertida.
Y es que la felicidad es una prenda que una elige ponerse cada día y así quién no se pone manos a la obra ahora mismo con el armario.