Gema de la Cruz- Coach

martes, 3 de mayo de 2016

¿ Y si un trozo de madera, descubre que es un violín?
A. Rimbaud

El día que decidí colgar mi capa. Y no estoy citando a Ramón García porque haya decidido no hacer más retrasmisiones de la uvas desde la Puerta del Sol. No, me estoy citando a mí misma el día que decidí no ejercer más a modo de superheroína y poner mis superpoderes al servicio de otros menesteres.

No es fácil ser una supermujer, ni siquiera parecerlo, ya que las mallas y la licra nunca mienten. Bromas aparte, descubro con frecuencia lo mucho que se abusa de esta imagen y de este concepto, supermujeres y supermadres que llegan a todo en su trabajo, en su familia, en su vida social. Tal es ese grado de perfección artificialmente establecido, que parece que todas nos creemos poseedoras de superpoderes, pero ojo que  esos que creemos que debemos tener, porque se identifican con la imagen de supermujer no siempre coinciden con los nuestros, los innatos, los que me acompañan desde niña. De hecho muchos de mis verdaderos superpoderes los he ahogado en criptonita para dejar aflorar los que consideré socialmente más aceptados.

Y así llegó uno de los primeros en aflorar, dejar de lado lo que me hacía feliz por utilizar mi primer superpoder "lectura de pensamiento" de los demás y saber qué es lo que esperaban de mí sin ni siquiera preguntárselo. A una miembro de la Liga de la Justicia como yo me llevó a estudiar Derecho, cómo no! si otro de mis superpoderes ha sido siempre " yo conozco la Justicia Universal" y estoy capacitada para ejercerla, eso me ha llevado a juzgar mucho, a tener la creencia de que existe una sóla forma correcta de hacer las cosas y que yo tenía el barómetro homologado internacionalmente, y a la primera que sometía a esos jucicios por supuesto era a mí misma. Otro superpoder muy recurrente era mi "superpreocupación" si toda mi cabeza estaba saturada con pensamientos sobre una situación que me preocupaba se convertía en una forma de contribuir a su posible solución, no bajar la guardia y andar cargada con el equipaje mental como un lastre era parte de la solución. Y por supuesto mi "superfuerza" un superpoder que me hacía no prestar atención en absoluto a mis emociones o meterlas debajo de la alfombra si yo consideraba que no eran apropiadas para la ocasión porque yo soy fuerte, muy fuerte!

He vivido mi  vida profesional la mayor parte del tiempo desde una posición de preponderancia que no de superioridad sino desde la responsabilidad convertida en carga de solucionar los problemas de los demás compartiendo lo que yo sabía, como asesora jurídica, como  profesora, incluso como consultora.

¿Sabéis que fue lo que me liberó de seguir con mi capa de un lado para otro intentando solucionar otras vidas? No, no fue el lexatin  malpensadas, fue un remedio mucho más natural, la confianza.

Confianza plena primero en mí misma y en que todo estaba correcto, que hago las cosas lo mejor que puedo con lo que sé en ese momento y la confianza en los demás en que todo el mundo es capaz de hacer lo que cree oportuno y de tomar las decisiones correctas que le llevarán por caminos y aprendizajes que necesita para su vida. Y por supuesto la confianza en un universo sabio que pone la banda sonora al ritmo de las vidas. Y sólo conozco una base sólida sobre la que establecer la confianza y esa es el amor incondicional, así que si tengo que elegir un sólo superpoder tengo claro con el que me quedo.

 ¿Y tú lo tienes claro? Si no es así confío en que podré acompañarte como coach en tu proceso de descubrimiento porque ahora confío en que todo lo que necesitas saber está dentro de ti.

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