Gema de la Cruz- Coach

miércoles, 16 de diciembre de 2015

" Que tu alimento sea tu medicina, y tu medicina sea tu alimento"
Hipócrates


¿Has escuchado alguna vez aquéllo de "las penas con pan son menos"? ¡Qué gran mentira! Con pan las penas son las mismas, e incluso mayores, porque atacando a la comida para camuflar una emoción de tristeza, angustia o ansiedad, lo único que se consigue es reducir la autoestima y aumentar la talla de manera directamente proporcional.

Sé muy bien de lo que hablo, yo engordé 20 kilos durante una de las etapas más complicadas de mi vida y desde luego conseguí adelgazarlos, aunque de una manera poco saludable física y mentalmente. Los adelgacé porque me preocupaba la imagen que los demás tenían de mí, no por mi salud y no elegí el método más saludable, sólo me importaba que fuese efectivo. Me sirvió para desprenderme de los kilos y sentirme comprometida conmigo misma pero no aprendí a cuidarme ni a respetar y escuchar a mi cuerpo. A veces, tenemos que pasar por estaciones en las que no nos gusta estar para poder llegar a nuestro destino actual. Así que me quedo con las cosas que de esa experiencia aprendí y el interés que despertó en mí para seguir aprendiendo de nutrición.


Alimentos y emociones van muy unidos, en ocasiones un sabor o un olor nos evocan de manera mágica una sensación, un recuerdo nítido, no sé, los churros, el roscón, las rosquillas de mi madre...Y a la emocionalidad de los alimentos hay que sumarle que los aprendizajes que hemos hecho respecto a nuestra nutrición van ligados a vínculos emocionales, manejamos ingredientes, recetas e incluso sabores ( para croquetas las de mi abuela...) que van ligados a los hábitos de nuestra familia, del lugar donde habitas, te identifican con el grupo al que perteneces. Y replicamos cantinelas que hemos escuchado desde pequeñas sin cuestionarlas jamás como que hay que comer de todo, la leche es muy importante...la tele, el colegio, todo el mundo lo dice. Y así las cosas, llegas a la maternidad y te escuchas repetir "el pescado te pone fuerte", "como no lo termines no hay yogur"...¡la que esté libre de pecado que tire la primera salchicha! .

Y para colmo somos herederos de generaciones de postguerra, donde la escasez es la sensación imperante o en vuestra casa no se ha escuchado "esta no sabe lo que es pasar hambre". Así que comida en cantidad desmedida como algo positivo y por supuesto una de las mejores la "comida recompensa" esta es una verdadera trampa de falopio premiarte con algo generalmente nocivo para tu organismo pero de efecto placentero inmediato y sentimiento de culpa posterior. Premios y chantajes que nos hacemos a nosotras y que nos sorprendemos en ocasiones haciendo a nuestros hij@s, "si te terminas eso, te puedes comer las chuches", "si te portas bien vamos al burger"...grasas y glucosa como modeladores de comportamientos, ¡NO! entremos en consciencia de esto.

Yo hace casi un año dejé de comer carne y pescado, no fue una decisión buscada y todavía cuando la gente me pregunta si soy vegetariana la etiqueta me viene como grande, y al principio contestaba, no os lo perdaís, "no, yo soy normal". Imagino que las que contestaban por mí eran mis creencias, tan arraigadas, tan aprendidas y en eventos familiares o con amigos me sentía diferente, como excluida. Pero como me encontraba cada vez mejor y llena de energía y seguía sintiendo el rechazo hacia ciertos alimentos, pues decidí aprender y crecer. Y afortunadamente, me crucé en el camino con personas generosas y maravillosas como Lucía de Cocinando el cambio, y aquí comenzó la diversión, la dieta alcalina, los jugos verdes, comer sin azúcar, ni gluten, ni lácteos, conocer otros puntos de vista, muchos ingredientes nuevos y disfrutar de la nueva aventura de reaprender a comprar a cocinar y a disfrutar. Y después de pasarme media vida a dieta ahora no me peso, no me importan las calorías sino los nutrientes, como y compro más consciente.

Y veo espantada con otras gafas los anuncios de "alimentos" en canales infantiles y leo mucho, sobre todo etiquetados y siento mucha empatía con las personas intolerantes y alérgicas. Y me pregunto      ¿ por qué estamos tan aferradas a ciertos hábitos en torno a la comida? Solo con pensar en un cumpleaños infantil o en las navidades tenemos claros ejemplos de esto. Y ¿ por qué solo nos bajamos del tren de la "normalidad" cuando aparece alguna enfermedad, intolerancia o alergia?. Quizás desoímos tanto los mensajes de nuestro cuerpo que ya se ha cansado de emitirlos y sólo escuchamos el diagnóstico clínico y nos compadecemos por los pobres que están condenados a comer de manera más consciente y saludable. 

Yo elijo libre y voluntariamente ese camino porque me siento bien, porque no tengo sensación de sacrificar nada y porque hay muchas cosas consideradas alimentos que no se me ocurriría jamás llevarme a la boca. Y disiparé mis miedos a sentirme diferente o alejada de mi familia cuando me siente a la mesa estas navidades porque lo que el amor ha unido no lo puede separar un langostino por muy caro que sea.


Dedico este post a todas las madres que aprenden cada día gracias a las circunstancias de sus  hijos e hijas que otra forma de comer es posible. Para vosotras, para ti.


6 comentarios:

  1. Gracias,gracias y felicidades pot tu camino,y dar luz a mi camino y seguro que al de muchas y muchos.
    Sigue trasmitiendo tan bellamente

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    Respuestas
    1. Muchísimas gracias a ti.Las personas que leéis lo que escribo sois mi motivación, gracias de corazón.

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  2. Gracias,gracias y felicidades pot tu camino,y dar luz a mi camino y seguro que al de muchas y muchos.
    Sigue trasmitiendo tan bellamente

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  3. Estupenda entrada para reflexionar en estas fiestas.
    Un saludo y gracias!

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  4. Cada palabra tuya retumba en mi cabeza y en mi corazón. Se nota que sabes de lo que escribes... Muchas gracias, eres genial.

    Mariajosé-Influ
    :)

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